domingo, 12 de septiembre de 2021

La batalla por Essos: Apocalipsis en la Bahía de Esclavos y el fin de los Siete Reinos.

 

Con el fin de acabar con la guerra en Essos de una vez por todas, la señora de los Siete Reinos ordena a los señores de Daeve comandar un asalto masivo a la bahía de esclavos por tierra (Dothraki), mar (Flota combinada de los Siete Reinos) y aire (Dragones y Grifos). 

Con la asesoría de un inmaculado renegado llamado 27, las fuerzas invasoras tuvieron una idea del alcance de las defensas de las ciudades que conformaban la Bahía de Esclavos. Y también tuvieron constancia de que, comandando las defensas de Inmaculados de las ciudades, estaba una entidad llamada la Diosa de la Lanza a la que se le ofrendaban el dolor de los jovenes castrados en su templo impío en la ciudad de Astapor, donde reside su cuerpo físico. 

Intentando lo imposible para evitar una guerra de desgaste ante los muros de la ciudad, los jóvenes héroes de Daeve deciden tomar un camino arriesgado: utilizando al más fuerte de sus Grifos, un selecto grupo de guerreros atacaría por la noche el templo de la Diosa de la Lanza, adelantándose al ejercito en una misión cuyo objetivo era matar a la divinidad y desmoralizar a las tropas de toda la bahía.

O sea, colarse con una unidad de combate mínima en el corazón espiritual de su enemigo, conseguir llegar hasta un ser mítico y destruirlo y, finalmente, confiar en que eso hiciera que toda la ciudad se rindiese y no les hicieran pedazos.....Fácil, ¿no?

Indira, Clomdell, Alwin, Aedric, el almirante Kaetar Pyke y su hermanastro lisiado Connor Lannister, 27 como guía y Plomm el grifo  como transporte.  Estos fueron los que se internaron en la noche en la fortificada Astapor, llegando de noche a un templo que esperaba un ataque masivo por la mañana ante sus muros y que se encontró con un loco ataque furtivo a su mismo corazón.

Un corazón hecho de sangre y sufrimiento, de dolor y desesperación. En el interior del templo el grupo se encontró con un ser inhumano, de espantosa belleza, que gozaba con el dolor de los niños mutilados que le presentaban.




Era ella  una maquina de matar aparentemente invulnerable, capaz de doblegar el espacio dentro de los muros de su santuario, y poseedora de una fuerza y velocidad brutales. Su piel, dura como el acero valyrio, la hacía invulnerable. Sumado a su arma, una lanza afilada como nada en este mundo, atravesó la armadura de Aedric como si fuera papel. Solo la constitución de hierro del herrero lo mantuvo en pie a duras penas, pero el almirante Kaetar no tuvo tanta suerte. La Diosa le abrió el vientre de arriba a abajo, regocijandose en las entrañas del guerrero de las Islas de Hierro y bañándose en su sangre mientras lo alzaba en alto.

Entonces, Kaetar sonrió.


 Porque él sabía que su sangre era increíblemente venenosa. Y la Diosa se había empapado en ella. Con la piel llena de ampollas y el veneno arrasando con su concentración y su piel adamantina, sus asaltantes redoblaron sus esfuerzos con terrible resultado: Indira se cobró el ojo de la divinidad, la hoja de Clemdall, empapada del veneno de Kared, también encontró su objetivo. El mangual de Aedric dió el golpe de gracia al monstruo que, al morir, pareció llevarse las murallas de las tres grandes ciudades esclavistas consigo, que se derrumbaron al unísono junto a sus grandes templos con estrépito.


Aedric malherido!

Y empezó la carinceria, pues las ordenes de Indira fueron claras: no debía quedar piedra sobre piedra, ni supervivientes de los Maestros Esclavistas que pudiese reclamar venganza futura. Hombres, mujeres y niños, ninguno escapó del acero Dothraki o del de los guerreros de Daeve. El fuego del dragón remató el trabajo, y el silencio se adueñó de la antes llamada Bahía de Esclavos. 

Vistas como se las gastaban los invasores, las ciudades libres de Essos llegaron a un pacto con el Trono de Hierro: los Puertos Libres pagarían una cuantiosisima suma anual a los reinos de Poniente, aceptarían ser considerados protectorados, abandonarían el esclavisimo por las leyes feudales, reconocerían al reino de Daeve como una autoridad en Essos y la figura de un virrey se encargaría de mantener la paz en aquellas tierras. 

Empero, la popularidad de los jovenes señores de la casa de Daeve resultaba problemático, así que la Reina y su Mano decidieron actuar con premura: Primero, ampliaron los siete reinos a ocho contando con la nueva casa de Ultramar, gobernada por Clemdall Daeve. Segundo, este se casaría con la hija mediana de la casa Baratheon y hermana menor de Indira, para satisfacer las ansias de influencia de la casa de Bastión de Tormentas en Essos. Los Baratheon, despues de convertir un enorme pantano de sus tierras en terreno agrícola y de derrotar a los Tyrell, eran una fuerza increíblemente poderosa y había que tenerlos satisfechos, pero con contrapartidas: 


Eli, mano del rey y la belleza más grande de Poniente. 

Después de superar la prueba del fuego, Indira cambió su nombre por el de Targaryen, y nombrada virreina de Poniente en Essos. A la práctica eso era un exilio, uno que ella acogió con una sonrisa de oreja a oreja...hasta que vió que su amante Cyra Targaryen, esposa de Aedric Morningstar, acompañaba a su marido a Desembarco del Rey para ocupar el puesto de herrero real. 

¿Y en cuanto a Alwin Tormentas, ahora Alwin Daeve? Pues era ahora el gran Maestre de una casa, sus contactos comerciales se multiplicarían por cien, y tenía que enfrentarse a una paternidad imprevista junto con su amante Sssen, del pueblo Serpiente, a la par que mantenía a sus grifos ocultos en el reino natal de la madre de sus hijos, a la espera de que fueran necesarios para la casa. 

Un buen final, uno muy merecido. Pero la muerte de la Diosa de la Lanza traerá consecuencias. 

Consecuencias que llegarán con el mordisco del invierno, pero esa es otra historia que puede que sea contada otro día. Valar Morgulis!


Nota de agradecimiento: Martí, Max, Barbara, Samu, no puedo expresar con palabras el haber acabado esta campaña. Gracias por vuestro aprendizaje, incluido el mio propio, y el haber hecho en estos tiempos locos de pandemia una historia única. Gracias una vez más, y nos vemos en las mesas!